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Es el único argentino detenido en una cárcel de Bukele: cómo lo tratan, la emotiva visita de su padre y cuándo podrían liberarlo

Las imágenes que llegan de las cárceles de El Salvador, cuyo presidente es Nayib Bukele, son de alto impacto, estremecedoras. Son imágenes que dan miedo. O terror, directamente. Imágenes que transmiten algo así como el summum de la mano dura, el que las hace las paga en un grado exponencial, por qué no, lo más parecido al infierno.

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Foto: Alejo Arias tiene 26 años.

Presos con la cabeza rapada sentados en filas multitudinarias, presos con tatuajes en el pecho llevados a los saltos de un pabellón a otro, presos amontonados en celdas en las que los guardias no dejan de controlarlos ni cuando usan los inodoros…

Las imágenes que llegan de las cárceles de El Salvador, cuyo presidente es Nayib Bukele, son de alto impacto, estremecedoras. Son imágenes que dan miedo. O terror, directamente. Imágenes que transmiten algo así como el summum de la mano dura, el que las hace las paga en un grado exponencial, por qué no, lo más parecido al infierno.

¿Y si un día cae preso un hijo tuyo en una celda de esas características? ¿Qué hacés para soportar la angustia? ¿Cómo sobrellevás tanto desconsuelo? Y si encima estás convencido de que es inocente…

Mauricio Arias, 48 años, de Rivadavia, Mendoza, que trabaja en una pinturería, tiene a su hijo Alejo, de 26, en un penal de ese país. Y dice: “El 14 de julio de este año va a cumplir dos años detenido. No hay un día que no se nos caiga una lágrima por nuestro hijo”.

Mauricio habla con claridad y no pierde la entereza, pero se nota que está haciendo un esfuerzo grande para no quebrarse. En este calvario lo acompaña su mujer, Sandra González, que ocupa sus horas en un consultorio médico, y su hija, Agostina, de 20 años, que estudiaba psicología hasta que la tristeza por la detención de su hermano fue mucho más fuerte y la carrera quedó trunca, o en todo caso en un impasse, para otro momento menos áspero.

Aplicado, Alejo Arias cursó el secundario en el colegio Santa María de Oro, de orientación técnica. Después, empezó a estudiar Radiología en la Universidad de Congreso, en el centro de Mendoza. Y, como su padre, trabajaba en una pinturería.

Con el tiempo vislumbró la idea de instalarse de seis meses a un año en El Salvador, juntar algo de dinero y volver a su provincia y seguir costeándose los gastos de sus estudios, ya que le falta un año para recibirse.

El 6 de marzo de 2023 viajó en micro a Santiago de Chile, y de ahí se tomó un avión al país de Centroamérica. El pasaje se lo pagó la organización que le había dado el empleo y se lo iban descontando de su sueldo: por trabajar de 8 a 18, con un solo franco los domingos, le pagaban unos 600 dólares. «En aquel momento ese dinero tenía más valor de lo que tiene ahora», explica Mauricio, su papá.

También, para justificar su estadía a la hora de entrar a El Salvador, Alejo había vendido su auto, un Fiat 128. Según su familia, el joven no sabía que lo había contratado un grupo de microfinancieras ilegales que, según algunas investigaciones posteriores, habría enviado 20 millones de dólares a Colombia. En moto, el rol del mendocino era el de cobrador. El trabajo lo consiguió a través del novio colombiano de una prima que vive en San Luis, que a su vez tiene un parentesco con el dueño de la organización.

Alejo, con sus padres y hermana.Alejo, con sus padres y hermana.

Alquilado por la «empresa», Alejo vivía en un condominio cerrado con pileta. En los primeros tiempos estaba feliz, disfrutaba del lugar, de la comida y, sobre todo, del clima: en El Salvador es difícil que la temperatura se ubique por debajo de los 20 grados. Pero empezó a sentirse intranquilo cuando, yendo a hacer las cobranzas, la Policía lo frenó dos veces. «Le miraban los tatuajes para ver si era de alguna mara», sigue su papá, en referencia a las pandillas criminales que operan desde hace tiempo en esa zona del mapa.

Finalmente, el 14 de julio de 2023, junto con 45 colombianos y tres salvadoreños, Alejo fue detenido. Le sacaron el pasaporte, el celular y el reloj, entre otras pertenencias. En una audiencia colectiva, lo acusaron de tres delitos: asociación ilícita, lavado de dinero y disturbios públicos, y le dictaron prisión preventiva por seis meses.

El mendocino quedó incomunicado. Primero estuvo dos semanas en El Penalito, algo así como una comisaría, un galpón donde los reos esperan ser trasladados a alguna de las cárceles del país. Luego lo llevaron al Centro Penal de Jucuapa, en el distrito Usulután, cerca de la costa, a 200 kilómetros de la capital de El Salvador, un centro de detención de mediana seguridad, “en el que no hay maras pero sí hacinamiento”, según describe Mauricio Arias, padre de Alejo.

«Vimos su cara en un video, lo llevaban con la cabeza baja, flaquito, deprimido», avanza Mauricio. Con el mismo uniforme que el resto de los presos, Alejo vestía una remera blanca y un short del mismo color.

Lo detuvieron el 14 de julio de 2023.

En aquel momento, Bukele se refirió a la detención de Arias y compañía en su cuenta de X: “Los colombianos son nuestros hermanos, pero como en toda sociedad, siempre existe un pequeño porcentaje que quiere aprovecharse de los demás. Algunos de ellos han venido a delinquir a nuestro país. Esas personas deberán enfrentar la justicia salvadoreña, reclame quien reclame”.

Alejo no tenía antecedentes penales. Seis meses después de su llegada a El Salvador, el 6 de septiembre de 2023, se le vencía su permiso de estadía en ese país. Sin noticias de él, su familia empezó a desesperarse.

Sus abogados, con Miguel Ángel Pierri a la cabeza, que tomó el caso «ad honorem», y apoyado por Walter Mata en El Salvador, pidieron que interviniera la Corte Interamericana de Derechos Humanos y la condición humanitaria de Alejo empezó a ser monitoreada por la cancillería argentina.

En abril de 2024 hubo, si se puede calificar así, buenas noticias: Arias fue trasladado a un centro de detención más abierto, el Penal Occidental de Santa Ana, a 62 kilómetros de la capital, donde el personal del consulado argentino puede acceder con menos protocolos.

Allí, los presos cultivan sus propios alimentos en granjas y tienen diferentes oficios, como el de construir en madera los puestos donde se ubican los guardavidas en la playa.

Alejo, que en Mendoza también trabajó de personal trainer, está al frente de un grupo de entrenamiento integrado por unos 20 presos. «Le hace bien, lo mantiene activo y le despeja la cabeza», cuenta Mauricio.

Lo que también lo ayuda es la visita que recibe cada 45 días de un enviado del consulado argentino, que le lleva un kit con alimentos, artículos de aseo y cartas vía mail de su familia.

En ese intercambio epistolar, Alejo, el único argentino preso en El Salvador, cuenta que está entregado a Dios, que extraña los asados de su papá, que estudia inglés y que mantiene una relación cordial con el personal de seguridad y el resto de los detenidos, que son, entre otros, militares, abogados, jueces y extranjeros.

También, Alejo dice que no ve la hora de reencontrarse con su perro Moro, un pitbull muy cariñoso.

El reencuentro

En septiembre de 2024, gracias a una colecta en Mendoza, a Ricardo Manzur, el intendente de Rivadavia, y a Luis Petri, el ministro de Defensa, que vive a unos 20 kilómetros de Rivadavia y consiguió una «autorización excepcional», Mauricio Arias pudo viajar a El Salvador y reencontrarse con su hijo Alejo.

“Llegué el martes 24 de septiembre y pude ver a mi hijo el 2 de octubre”, relata Mauricio, que se instaló en la casa de huéspedes Lorena Contreras. El lugar se lo consiguió el capellán colombiano Jaime Gutiérrez. Estuvo un mes. “Me dieron mucha contención”, suelta.

El encuentro con Alejo fue, tal como lo describe su padre, muy emocionante. “No parábamos de llorar», sintetiza. «Alejo me decía: ’Perdón, pa, por lo que te estoy haciendo pasar’. Y yo le respondía: ’No tenés que pedirme perdón porque vos no sabías que te había contratado una organización ilegal’”.

Eran cerca de las diez de la mañana. En un patio del penal, la visita de Mauricio duró 40 minutos. Si bien Alejo no estaba esposado, un guardia se mantuvo cerca de ellos en todo momento.

«Hubo otra frase que me emocionó mucho», sigue su papá. «Alejo me dijo: ’Pa, esta visita me da fuerzas para aguantar lo que sea’”.

-¿Te pudiste sacar alguna foto con él?

-No, porque me pidieron que dejara el teléfono celular en la entrada.

Hasta poco antes de que Mauricio llegara a la cárcel, Alejo no sabía que su padre lo iba a visitar. El cónsul no quería generarle falsas ilusiones. «El apoyo que nos dio la embajada argentina en El Salvador, encabezada por Sergio Laciuk, ha sido enorme. En los primeros seis meses de detención de Alejo, cuando el presidente argentino seguía siendo Alberto Fernández, no recibíamos ninguna respuesta… Pero todo cambió con el gobierno actual, que a su vez tiene muy buena relación con el gobierno salvadoreño».

Mauricio encontró a Alejo bien de ánimo y entero físicamente. “Pesa unos 70 kilos, ya recuperó los siete kilos que había perdido en los primeros seis meses de detención”.

Al mendocino no lo raparon y sigue vestido todo de blanco: remera, pantalón y un calzado tipo “Crocs”. “En el cuello de la remera se hizo bordar la palabra ’Argentina’”, agrega su papá.

Alejo comparte la celda con unos 20 presos. Duerme en una colchoneta, se levanta a las seis de la mañana y come tres veces al día: desayuno, almuerzo y cena. La dieta es a base de frijoles, arroz, algo de pollo… También asiste a las reuniones evangélicas que hay en el penal. «Su estadía en prisión la ha tomado como un retiro espiritual”, sigue Mauricio.

Sin contacto con el mundo exterior, Alejo no tiene ningún dispositivo electrónico: radio, televisor… Nada. Sólo dispone de una Biblia y una foto de toda su familia. Le sirve para sobrellevar los momentos más complicados. El 18 de noviembre de 2024 cumplió 26 años. Fue su segundo cumpleaños tras las rejas.

¿Cómo sigue la causa judicial? ¿Qué tiene que pasar para que Alejo recupere la libertad? Está previsto que a fines de marzo el argentino vuelva a declarar ante la Justicia salvadoreña. Se calcula que después de esa audiencia habrá que esperar de 30 a 60 días para que el Tribunal dicte una sentencia.

“Primero, Alejo fue acusado de formar parte de una banda criminal con roles de autor y organizador de delitos, pero con el correr del tiempo se comprobó que él no tenía nada que ver. Por eso se espera que sea juzgado bajo una calificación legal distinta y menos grave que la que le dieron al principio de este proceso”, explica Miguel Ángel Pierri, su abogado.

La estrategia de la defensa sería pautar con la fiscalía un juicio abreviado por una pena menor de las que se le imputan, excarcelable, que permita que Arias pueda volver al país.

“No hay dudas de que Alejo es inocente”, asegura su padre.

-Pero lo pueden condenar.

-Si lo condenan, que sea con la pena más baja posible. Si le dan dos años de prisión, por ejemplo, Alejo podría ser extraditado y quedaría libre porque le computarían el tiempo que ya lleva detenido.

En la Argentina, los tres delitos que pesan sobre Arias son excarcelables. Según el artículo 210 del Código Penal, por asociación ilícita corresponden penas de tres a diez años de prisión; según el artículo 303, a su vez, las condenas por lavado de dinero son de seis meses a tres años de prisión; y por disturbios públicos, tal como lo plantea el artículo 211, las penas son de dos a seis años tras las rejas.

«Si esto le hubiera pasado en la Argentina, Alejo estaría esperando el juicio en libertad», suma Mauricio, su papá. «O en todo caso le darían una prisión domiciliaria. En algún momento también se dijo que, en lugar de ir a la cárcel, Alejo podía presentarse cada tanto en el consulado de El Salvador en la Argentina. Por ahora esa idea no prosperó».

¿Alejo no sospechó en ningún momento que estaba haciendo un trabajo ilegal? ¿Era consciente de eso pero como estaba en una situación favorable pensaba que no le iba a pasar nada? ¿Cómo pudo haber caído en semejante trampa?

“Alejo empezó a ver que pasaban cosas raras cuando ya se estaba por volver a la Argentina, cuando lo empezó a parar la Policía…”, dice Mauricio, que por ahora no tiene pensado volver a visitarlo en el penal de Santa Ana.

“Lo que nos queda es rezar tres veces por día: a las 6, a las 12 y a las 21. En El Salvador, Alejo reza a la misma hora que nosotros (hay tres horas de diferencia) y ésa es nuestra manera de estar comunicados. Necesitamos que se cumpla el milagro de que Alejo vuelva a casa”.

En Mendoza, el que también espera a Arias es su perro Moro. “A veces le digo: ’El Ale ya va a llegar…’”, cierra Mauricio, el padre de Alejo. “Entonces Morito, que percibe todo, se para firme y empieza a mover la cabecita…”.

Requisa de detenidos en el Centro de Confinamiento de Terroristas.

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Un repartidor llevó flores a un funeral, se tropezó frente al cajón y terminó de la peor manera

Una de las jóvenes que asistió al cementerio grabó la insólita situación.

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Foto: Captura de video

Un repartidor llegó al cementerio para entregar un ramo de flores mientras familiares y amigos se preparaban para enterrar a un difunto. Sin embargo, un error hizo que todo terminara de la peor manera, y la escena quedó registrada en video.

La cuenta @zuly_bd compartió la publicación, que rápidamente acumuló miles de “me gusta”. En la grabación se ve al joven acercándose al funeral con el ramo en la mano, intentando acomodarse entre los presentes.

En un descuido, no advirtió el pozo donde descansaría el cajón y terminó cayendo dentro del agujero de tierra. Aunque algunas personas rieron ante la insólita situación, otros se acercaron para ayudarlo a salir.

El video alcanzó 16 millones de reproducciones y 961 mil “me gusta”, y se convirtió en uno de los clips más comentados de TikTok en los últimos días.

Algunos de los comentarios más destacados:

“¿También piden a domicilio desde el más allá?”

“Pasaron del llanto a la risa en un segundo”

“La ubicación dio justo ahí y él cumplió con la entrega”

“Se lo quiso llevar con él”.

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Comprar ropa de segunda mano ya no provoca vergüenza

Comprar ropa por kilo se convirtió en una tendencia en auge en una Argentina en crisis. Se pueden conseguir hasta 45 kilos de prendas por $35.000.

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Foto: Ilustrativa

La ropa de segunda mano dejó de ser un recurso marginal para convertirse en una parte clave del negocio global de la moda. Su crecimiento expuso un cambio profundo en las decisiones de consumo, empujado por el rechazo al fast fashion, la necesidad de ahorro y el deseo de reducir el impacto ambiental. Hoy, comprar prendas reutilizadas es una acción con consecuencias directas en la economía y en el planeta.

Durante 2024, el mercado global de ropa usada creció un 19%, según datos de Forbes, y se espera que represente el 10% del negocio mundial de la moda en 2025. Más allá de una mayor conciencia ambiental, esta transformación responde también a un cambio cultural en la forma de valorar el consumo. La ropa con historia dejó de estar asociada con la escasez o la falta de opciones. Hoy es sinónimo de elección consciente, y en muchos casos, de exclusividad.

El dato económico acompaña esa transformación. En la Unión Europea y el Reino Unido, la industria de ropa usada aportó US$ 7.500 millones al PBI y generó 150.000 empleos, con un fuerte protagonismo femenino: el 79% de esos puestos fueron ocupados por mujeres.

Un informe de Oxford Economics destacó que este sector se convirtió en una vía real de inclusión laboral, sobre todo en países de Europa del Este como Bulgaria, Rumania y Polonia, donde el acceso al empleo formal sigue siendo limitado para muchas trabajadoras.

Al mismo tiempo, la falta de regulaciones claras frena el crecimiento sostenido del negocio. El mismo informe advirtió que hace falta un marco legal específico que asegure reglas justas frente a los gigantes del fast fashion, que dominan el mercado con precios bajos y producción masiva.

La reventa local de ropa usada importada es una práctica muy extendida. Casi el 90% de las prendas que llegan desde el exterior se reutiliza dentro del país»

En Argentina, la moda circular también muestra señales de crecimiento, aunque con matices propios. La reventa de prendas ganó espacio en ferias barriales, locales informales y también en plataformas digitales. En varias ciudades argentinas se multiplicaron los puestos de ropa por kilo, con precios que llegan a los $35.000 por 45 kilos, en una suerte de «mercado a granel» para vestirse en plena crisis.

Este sector se convirtió en una vía real de inclusión laboral, sobre todo en países de Europa del Este como Bulgaria, Rumania y Polonia»

La cultura del vintage y la reutilización ya no se limita a nichos o sectores alternativos. Muchos de esos espacios están cada vez más vinculados a influencers y públicos jóvenes que buscan prendas únicas sin pagar precios exorbitantes. Además, se estima que el 90% de las prendas usadas que ingresan al país se reutiliza localmente. Esto desarma ciertos prejuicios en torno a la ropa usada como residuo o desecho.

En Suecia apareció la palabra köpskam, que se refiere a la ’vergüenza de comprar ropa nueva’ «

Aunque todavía no hay estudios oficiales que midan el aporte de este rubro al PBI argentino ni cuántos empleos genera, distintas consultoras internacionales, como 6W Research, ya identifican al mercado de ropa usada en Argentina como un sector en crecimiento, motorizado por el interés en la sostenibilidad, la búsqueda de prendas únicas y la necesidad de precios accesibles. Sin ir más lejos, la reventa local de ropa usada importada es una práctica muy extendida. Casi el 90% de las prendas que llegan desde el exterior se reutiliza dentro del país.

El aspecto ambiental no se queda atrás. La industria de la moda genera más contaminación que los vuelos y el transporte marítimo internacionales combinados. Esa afirmación, basada en datos de la ONU, pone en evidencia el peso que tienen las decisiones cotidianas al momento de vestir. Frente a eso, la ropa usada ofrece una alternativa concreta: permite reducir en un 82% la huella de carbono respecto a la compra de prendas nuevas.

El crecimiento también se ve en los hábitos. En el Mediterráneo occidental, el uso de artículos reutilizados creció 88% en los últimos tres años, y su valor de mercado aumentó 91%. En España, el 65% de las personas compra ropa reutilizada con regularidad y el 80% revisa su placard al menos una vez por año para vender lo que ya no usa, según Forbes España.

El re-commerce se volvió tan relevante que obligó a las marcas de lujo a sumarse. Compañías como Gucci, Chanel y Louis Vuitton ya ofrecen prendas vintage y artículos de colección a través de plataformas digitales. La ropa usada pasó de ser una opción económica a convertirse en un símbolo de elegancia sostenible.

En paralelo, ganó fuerza un fenómeno cultural que pone en tela de juicio el consumo impulsivo. En países como Suecia, apareció la palabra köpskam, que se refiere a la «vergüenza de comprar ropa nueva». Esta actitud refleja una presión social creciente hacia quienes sostienen hábitos de consumo considerados nocivos para el medio ambiente.

Las plataformas digitales jugaron un rol clave en este giro. Sitios como Vinted, Wallapop o Vestiaire Collective potenciaron el intercambio de prendas en todos los niveles sociales, dándole volumen y visibilidad a un mercado que, hasta hace pocos años, se movía casi de forma informal.

De cara al futuro, se espera que el mercado global de ropa usada llegue a 322.000 millones en 2028, con un crecimiento del 168%, según Forbes. Dentro de ese universo, la moda de lujo usado crecerá un 11% anual hasta 2027, superando los 50.000 millones de euros.

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¿Nos quedamos sin plomeros? (podría ser la profesión del futuro, un oficio de millonarios)

Casi no existen plomeros jóvenes y el déficit de oficios incrementa el costo de la construcción. Según Nvidia, serán los próximos millonarios

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Foto: ilustrativa

En años, cuando una persona necesite un plomero, podría suceder que no exista alguno disponible. Si bien podría parecer exagerada, los datos le dan cierto sustento a esta teoría: según un estudio de Amanco Wavin de 2024, prácticamente no existen plomeros entre los 18 y los 25 años en Argentina.

A esto se le agrega un déficit general del 25% en trabajadores especializados (plomeros, albañiles, electricistas, etc.), que ya encarece la construcción entre un 8% y 12%, de acuerdo con un informe del Banco Mundial e INDEC.

Mientras el país se enfrenta a una caída sostenida en la elección de los oficios por parte de los jóvenes, desde el escenario global llega una señal opuesta. El director ejecutivo de Nvidia, Jensen Huang, afirmó recientemente que «la próxima generación de millonarios serán plomeros y electricistas», debido a la creciente demanda mundial para mantener la infraestructura física necesaria para el auge de la inteligencia artificial.

El oficio de plomero pierde popularidad entre los jóvenes

El estudio de Amanco Wavin, el cual relevó más de 200 casos, muestra con claridad el desequilibrio generacional: el 98% de los plomeros son hombres y casi no hay plomeros entre 18 y 25 años.

El grupo más numeroso se encuentra entre los 46 y 55 años (41%) y el rango etario con menor presencia es el de 26 a 35 años (13,4%).

Por lo tanto, la conclusión es evidente: el oficio está envejeciendo sin relevo generacional.

Las razones detrás del abandono de los oficios son varias:

Desvalorización social: los oficios manuales son percibidos como trabajos de "segunda categoría"

Formación informal: se transmite de forma autodidacta o familiar, sin certificación oficial

Educación desactualizada: existe poca vinculación entre la formación técnica y las demandas del mercado

Precarización laboral: gran parte de los trabajadores opera en la informalidad, sin aportes ni cobertura

Falta de políticas públicas sostenidas: hay escasez de programas de profesionalización y promoción del trabajo calificado

«En el país existe una gran necesidad de trabajadores calificados en oficios, pero la situación enfrenta un desbalance entre oferta y demanda», resaltó Víctor Guajardo, gerente general de Amanco Wavin Argentina.

Las consecuencias del envejecimiento del oficio

La falta de mano de obra capacitada ya genera efectos concretos:

Se incrementan los tiempos de espera para encontrar un profesional

Los plomeros con buena reputación tienen turnos agendados con semanas o meses de anticipación

La construcción se encarece entre un 8% y 12%

Se incrementa la informalidad y se amplían las brechas de calidad del servicio

Sin embargo, el contraste es que se revaloriza el oficio. Mientras en Argentina se perciben como una opción de bajo prestigio, a nivel global están en ascenso. Huang, director ejecutivo de Nvidia, argumentó que «el Chat GPT no puede reparar un caño roto» y que muchos oficios técnicos «no requieren título universitario y tendrán salarios muy altos».

El crecimiento explosivo de centros de datos para IA obligará, según Huang, a duplicar anualmente la fuerza laboral calificada en plomería, electricidad y climatización industrial.

Por lo tanto, el mundo empuja hacia una nueva era de oficios bien pagos. Argentina, en cambio, parece dirigirse a un escenario donde simplemente podrían dejar de existir. De persistir con la tendencia actual, podría suceder lo siguiente:

El país podría perder capacidad productiva clave

Se incrementará la dependencia de mano de obra importada o informal

Se ampliará la desigualdad salarial entre trabajadores calificados y no calificados

Sin embargo, si se revaloriza la formación técnica y se modernizan los programas de capacitación, los oficios podrían convertirse en uno de los sectores más dinámicos y rentables del país.

El futuro podría estar en los oficios

En la actualidad casi no hay plomeros jóvenes en Argentina, pero el mundo se encuentra dispuesto a pagar cada vez más por quienes dominen estos oficios. La pregunta no es solo si el país se quedará sin plomeros, sino si perderá la oportunidad de participar de una nueva fase de empleo calificado y bien remunerado. La discusión ya no es solo económica, sino estratégica: ¿extinción o renacimiento?

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Sunchales
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