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Padre Pío: la historia del milagro que conmovió a familia tucumana
Todo comenzó en 2010, cuando Ceci y Fede se conocieron. Ella, profundamente devota del Padre Pío, le confesó a su futuro esposo las dificultades que tendría para ser madre. Él, con confianza, respondió que nada era un impedimento y que se ponían en manos del Santo.
Un relato de fe y esperanza conmueve a Tucumán y a la comunidad católica: la intercesión de San Pío de Pietrelcina, más conocido como Padre Pío, marcó para siempre la vida de una pareja joven y de su hija Martina, a quienes hoy consideran “hijos espirituales” del Santo.
Todo comenzó en 2010, cuando Ceci y Fede se conocieron. Ella, profundamente devota del Padre Pío, le confesó a su futuro esposo las dificultades que tendría para ser madre. Él, con confianza, respondió que nada era un impedimento y que se ponían en manos del Santo.
Al poco tiempo, fijaron fecha de casamiento y comenzaron a peregrinar a la Capilla de Raco, a unos 50 kilómetros de San Miguel de Tucumán, donde se conserva una reliquia de primer grado del Padre Pío.
En marzo de 2013 se casaron y, poco después, recibieron lo inesperado: Marcela González, coordinadora nacional de los Grupos de Oración del Padre Pío, les entregó un mitón que había pertenecido al santo. Entre lágrimas y oraciones, Ceci apoyó la reliquia sobre su vientre, pidiendo la Gracia de ser madre. Semanas más tarde, un test de embarazo confirmaba lo que sería el inicio de un verdadero milagro: Martina estaba en camino.
La niña nació en diciembre de 2014, sana y fuerte. Pero la Fe de la familia se volvió a poner a prueba cuando, a los tres años, los médicos diagnosticaron a la pequeña con Síndrome de Kawasaki. Es una inflamación de los vasos sanguíneos que afecta principalmente a niños pequeños, especialmente menores de 5 años. La principal complicación es la inflamación y dilatación de las arterias coronarias, formando aneurismas que, con el tiempo, pueden causar obstrucciones y provocar un infarto agudo de miocardio.
Angustiados, sus padres volvieron a confiar en la intercesión del Padre Pío. Contra todo pronóstico, otro especialista confirmó que no había rastros de la enfermedad: el corazón de Martina estaba sano.
El testimonio más sorprendente ocurrió en Buenos Aires, cuando la familia viajó para venerar una reliquia del santo: una partícula de su corazón. Minutos antes de la procesión, Martina sufrió un golpe en la cabeza que preocupó a todos. Sin embargo, la niña levantó la mano, sonrió y dijo: “Estaba hablando con el Padre Pío. Ya me curó y me siento bien”. Al instante, la marca en su frente desapareció.
Hoy, Ceci y Fede no dejan de agradecer y contar su experiencia como un acto de Fe y un llamado a confiar. “Nunca debemos dejar de agradecer al Santo por haber intercedido ante Dios y escucharnos”, repiten emocionados.
La historia de esta familia tucumana es una muestra viva de cómo la fe abre caminos imposibles. Y es también una invitación a redescubrir la fuerza de la oración y la cercanía de los santos, especialmente del Padre Pío, cuya devoción crece en todo el mundo.
Quién era el Padre Pío
El Padre Pío, cuyo nombre fue Francesco Forgione, nació el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, un pequeño pueblo del Sur de Italia. Ingresó a la orden de los frailes capuchinos y se hizo conocido en vida por su profunda espiritualidad, los estigmas que llevó en su cuerpo durante más de 50 años y los numerosos testimonios de milagros e intercesiones atribuidos a él.
Murió el 23 de septiembre de 1968 en San Giovanni Rotondo, lugar donde pasó gran parte de su vida religiosa. Fue beatificado en 1999 y canonizado como Santo por el Papa Juan Pablo II en 2002, reconociendo su vida de entrega, oración y los milagros atribuidos a su intercesión.
Fuente: Sin Código Tucumán