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El último adiós: «El duelo no se puede poner en cuarentena´´
El funebrero con más experiencia en la ciudad dice que la pandemia obligó a «clausurar el dolor» y que eso traerá consecuencias.
“Mientras escribo, aún hay que ir a reconocer el cuerpo a la morgue, llevarlo luego a la casa velatoria y si los tiempos cuadran darle sepultura mañana a la mañana.
La razón de ser de todos los trámites se comprende. Estamos en pandemia. Hay mucha demanda. El sistema está colapsado. Pero qué duro es que el destino haya dispuesto que tuviera que irse justo ahora. Qué angustiante tener que llamar y llamar preguntando por un número de autopsia cuando él fue una persona, una de las más importantes de mi vida, y yo solo quiero tener la tranquilidad de poder despedirme y de llorar por él en paz” .
Esto publicó la periodista Gabriela Navarra, a pocos días de la muerte de su padre, quien falleció en el mes de abril. En ese texto contó el derrotero que tuvo que soportar hasta que le entregaron el cuerpo de su papá, quien no falleció por Covid-19, pero por la edad y los síntomas previos era sospechoso de tenerlo.
Gabriela, como tantas otras personas, se quedó sin la posibilidad del último adiós, yendo de un lado a otro hasta que la burocracia, ampliada por el brote de coronavirus, le devolvió a su viejo para poder enterrarlo.
Y si bien es cierto que se tienen que tomar recaudos para evitar contagios, algo está peor de lo que debería. Eso es lo que sienten todos los que perdieron familiares y amigos en los últimos seis meses, eso cree Félix Cantón, uno de los funebreros con más experiencia en Rosario, el hombre que asegura que los protocolos deben existir, pero que “al alma no se le puede poner barbijo”. Por eso, dice, es indispensable pensar en alternativas para que los velatorios, los entierros y el acompañamiento a los deudos no pierda la esencia humana, no se aleje del homenaje, porque de eso se trata: “De juntarnos, no por una vida que se terminó sino por una vida que transcurrió”.
La muerte hoy
“Estoy triste. Es frustrante para aquellos que queremos que la gente transite su duelo, llore, pueda ser contenida en su pena. Ese es el sentido que le damos a nuestra tarea los funebreros que trabajamos con el corazón. Porque al dolor no hay que ocultarlo, y en esta pandemia todo se volvió exprés, rígido, distante”, señala Cantón, asesor de Grupo Oeste, especialista en tanatología exequial, con más de 30 años en la actividad.
Los protocolos indican que en este momento de alta circulación del virus en Rosario, y en etapa de restricciones, los velatorios de personas que no murieron como consecuencia del Covid-19 pueden realizarse con el féretro abierto y con la asistencia de 10 personas, elegidas por uno de los miembros de la familia. Se mantiene la distancia de dos metros y el uso de barbijo, y el tiempo que se puede permanecer en la sala es acotado.
Pero si la persona que murió tenía coronavirus las reglas son mucho más estrictas: al fallecido lo retira la compañía fúnebre en el sanatorio u hospital (en algunos casos geriátrico o domicilio). El cuerpo debe ser previamente desinfectado, se lo coloca en bolsa doble, en un ataúd y directamente va a la morgue. De allí al cementerio y según lo que haya decidido la familia irá a un nicho, a la tierra o un proceso de cremación (las tres posibilidades están permitidas).
En pleno pico de Covid-19 se suma el hecho de que algunos seres queridos muy cercanos, convivientes, no puedan ni siquiera asistir al entierro si están contagiados.
El apoyo y afecto de los amigos, los vecinos, la familia “ampliada” llegará por WhatsApp o por teléfono. No habrá abrazos ni noches de mate o café compartidos con los que necesitan desahogarse, con los que precisan consuelo.
Soledades tras soledades. Hoy son pocos los que pueden sentirse acompañados en el sentimiento.
Lo no transitado
“Durante años he llevado en mi hombro a padres, madres, hermanos, hasta que se acercan al ataúd de su ser querido. Algunos no pueden ni caminar, están perdidos por el dolor, pero uno los sostiene. Ahora, a esas personas las tenemos lejos. Y si bien es cierto que no es culpa de nadie, que esto pasa cada 100 años y justo nos tocó, insisto en que hay que encontrar la manera de revisar los protocolos y acordar otros modos de cercanía. Pero bueno, nadie quiere hablar de la muerte o pensar en ella”, dice.
Los ritos en el momento de la despedida tienen un sentido, no están porque sí: “Son la primera parte de un duelo que no será patológico si se transita bien. Yo advierto cientos, miles de duelos mal resueltos después de este momento. Miles de personas necesitando asistencia psicológica porque no pudieron despedir a su amor, a su amigo, a su padre, a su abuelo”, piensa Cantón.
Un servicio fúnebre acorde a las necesidades de las personas que perdieron a un ser querido es una tarea inmensa a la que en general la gente le da poca importancia, pero que se nota mucho si tiene falencias. Y más allá de la calidad de las prestaciones, de la sensibilidad de quienes tienen este trabajo, la pandemia lo cambió todo por lo que “hay que ser muy creativos y empáticos para poder, en el medio de tantas limitaciones, estar en los detalles y acompañar como se debe”.
“Hoy hay hombros vacíos de lágrimas, los rituales están acotados: el judío no puede usar el manto de David, el católico no puede tomarse el tiempo para rezar, el evangelista no puede orar. Las personas te llaman desde su casa después de recibir la noticia y muchas están solas. Hace poco, una mujer que perdió a su madre me llamó desde su departamento. Estaba con una amiga. La única que pudo acompañarla. No sabía si tenía que buscar el DNI que estaba en lo de su madre, cómo llevarlo, adónde, qué hacer. Ahí nosotros cubrimos también esos espacios, tratando de lograr las palabras justas que sirvan de bálsamo. En tiempos de normalidad casi siempre alguien se ocupa de estas cosas, pero ahora muchos deben pensar en su dolor y en todos los trámites, todo junto, en ese momento tan duro”, comenta.
Cantón hace una cuenta simple: “Con más de 160 fallecidos por Covid en Rosario hay como mínimo unas mil personas transitando un mal duelo. De muertos en vida, como yo les digo.Y esto hablando sólo de los muy cercanos. Si sumamos amigos, primos, tíos, compañeros de trabajo, conocidos de toda la vida que no pudieron despedirse, el número de gente pasándola realmente mal es inconmensurable. Esto es algo de lo que hay que ocuparse, que las autoridades deben atender. El duelo también es una urgencia”.
Etapas
Cantón explica que la primera etapa del duelo es la aceptación y que ver a la persona querida en el ataúd es necesario y recomendable para iniciar ese proceso. “Cada uno necesita pasar esos últimos minutos a su manera. Hay quien llora desesperadamente, quien se queda en total silencio. Otros rezan. Están los que piden perdón a los gritos (los he visto), los que putean. Todo es válido. Todo debe ser permitido”, dice.
Obviamente, dice Cantón, las empresas fúnebres no estaban preparadas para esto, ni siquiera desde el punto de vista edilicio se pudieron hacer transformaciones importantes para facilitar un velatorio en pandemia “por eso tenemos que pensar en conjunto qué maneras encontrar para hacer más llevadera la despedida. Esto viene para largo, la cantidad de fallecidos empieza a aumentar y no podemos quedarnos con las cosas como están”.
Hay demoras en las entregas de los cuerpos, algunas familias soportan varios días, hasta una semana, hasta que se confirma si su familiar que estaba internado murió por coronavirus y entonces recién ahí pueden retirarlo. Todos los trámites se demoran, la morgue está repleta. “Hay mucho que mejorar en este sentido”, enfatiza el tanatólogo.
“Los funebreros pertenecemos a la cadena de sanidad, somos el último eslabón, pero formamos parte. Es hora de trabajar más en equipo”, pide.
Cantón reflexiona: “Así como la pasión no se puede detener el amor tampoco. Lo vimos con la muerte del Trinche, lo vimos con la partida del pastor Silvestri, lo veo cada jornada. La semana pasada una familia despidió a su padre que murió por tener coronavirus y a su madre a los pocos días. Partieron uno tras el otro. ¿Cómo frenamos la necesidad de esa gente, de sus seres queridos? ¿Cómo les decimos no te acerques, no les lleves una flor, no te abraces con tu amigo? ¿Cómo les negamos el consuelo? Estoy triste y siento impotencia. Tenemos que ver cómo hacemos para que nadie se quede solo, para que incluso en medio de la pandemia, podamos seguir acompañando en el dolor”.
Crucial
“El duelo no se puede pasar rápido. El duelo no se esconde”, dice Félix Cantón, tanatólogo exequial, quien menciona que existen momentos “cruciales” en el camino de una pérdida, que deben ser transitados, cada uno, con calma y tiempo suficiente. Algo que en estos meses se tornó imposible. “A cada situación la manejamos con prudencia, buscando el equilibrio”, agrega.
Fuente: La Capital de Rosario